Los ejercicios espirituales fuente de la espiritualidad ignaciana



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Los ejercicios espirituales fuente de la espiritualidad ignaciana

Enrique Ponce de León Garciadiego, s.j.

El tema que me propusieron es muy grande, imagínense tratar en pocos minutos de hablar de este libro de los Ejercicios de San Ignacio de Loyola como fuente de toda nuestra espiritualidad Ignaciana, que no es exclusiva de ninguna manera de los jesuitas, sino que cada vez más y más con entusiasmo en todo el mundo, mujeres y hombres laicos han descubierto y se han apasionado con esta espiritualidad, vamos a empezar por aquí: ¿qué es espiritualidad?.

Se habla mucho de espiritualidad hoy en día, de espiritualidad oriental, espiritualidad del ser, de espiritualidad franciscana, ¡hasta de espiritualidad de la Compañía de Jesús! vamos a ver qué es espiritualidad y tratar de que quede más o menos claro este término, es interesante que el término espiritualidad no aparece en el Nuevo Testamento ni en toda la Biblia, tampoco se utilizó en los primeros siglos del Cristianismo, fue hasta el siglo XI ya muy tardío cuando se utilizó como contrario a animalidad ¡imagínense!, entonces la espiritualidad significaba lo contrario a la animalidad, para muchos espiritualidad se refiere a la palabra pneoma o espíritu lo que se opone a la materia a lo sensible.

En la cultura, del imperio de Constantino, por ejemplo, que fue imperio griego, a partir de que el Cristianismo se hizo obligatorio se fueron haciendo obligatorias también las grandes virtudes que Aristóteles y Platón iban transmitiendo a sus seguidores como la prudencia, la justicia, la fortaleza, la templanza, ¡ojo! virtudes filosóficas de Aristóteles y de Platón, no del Evangelio y así estas virtudes se fueron extendiendo como espiritualidad cristiana. Jesús no pedía prudencia, justicia, fortaleza y templanza.

Si para aquellos filósofos y para la espiritualidad de la edad media el seguimiento de Jesús se realizaba a partir de estas virtudes, por ejemplo en la fortaleza, el ideal era ser virtuoso, vir incluso venía de una raíz latina que significaba fortaleza y casi siempre en un contexto masculino, las mujeres pues no tenían ni prudencia, ni justicia ni fortaleza ni templanza, era casi siglo de hombres virtuosos, el virtuoso era el hombre, el vir.

Es interesante ver cómo muchas de estas cosas se fueron trasmitiendo a través de los siglos con un sentido masculino muy claro. Para Platón, por ejemplo, aréte expresa vigor, fortaleza; el ser humilde es más bien ser débil enfermo.

Para Aristóteles la virtud y el honor van de la mano y según este filósofo el hombre virtuoso no debe ponerse al servicio de nadie, es libre y es autónomo, la virtud equivale a tener poder.

Convertirte era confiar en llegar a ser virtuoso, fuerte, tener excelencia, poder, audacia. Por eso la virtud pasó a ser el centro de la espiritualidad, en otras palabras la santidad consistía en tener virtudes: fortaleza, templanza, etc.

En los siguientes siglos la virtud se fue espiritualizando hasta llegar a ser algo muy subjetivo, muy intimista, lo que importaba era salvarse gracias a las virtudes aristotélicas.

Fue quizás hacia el siglo XV-XVI cuando se fue cuestionando todo esto gracias a cierto acercamiento a la palabra de Dios, al Evangelio, que todavía estaba prohibido leer, pero hombres tan audaces como Ignacio de Loyola llegaban a tener una lectura directa del Evangelio y no sólo del Evangelio sino de la Biblia.

La palabra mundo en la Biblia, Olam en Hebreo, significa tiempo sin frontera, ¡que bella definición!. La Biblia no condena el mundo, no separa al mundo del ser humano, el mundo no es un ser inmóvil, es un acontecimiento, es un proceso en donde el ser humano está complementándolo, llevándolo a su plenitud.

Dios ordena al mundo dándole vida, hay que hablar más de ordenar que de crear y ese Dios que va ordenando el mundo invita al ser humano a comprometerse, porque el mundo es historia, es algo dinámico, es algo que estamos haciendo todos juntos dándole vida.

Para la Biblia la creación es buena, es santa y llega incluso a decir San Pablo a Timoteo y a Tito "para los limpios, todo es limpio; para los puros todo es puro" y así se fue desarrollando admirablemente una espiritualidad, pero ya claramente a la luz del Evangelio, una espiritualidad incrustada en el tiempo y en el espacio ¡tu eres constructor de vida, tu eres creador de belleza! y entonces la virtud ya no fue la aristotélica, fue cada vez más a la luz del evangelio, el amor, la justicia, la paz, la armonía interior.


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Posted on

February 16, 2015